Tras mi guía andaba por
el gélido sendero de una estrella teñida de azul pálido
Tierras muertas donde los
gritos no logran quebrar la gruesa capa del silencio
Crustáceos inmóviles
sobre la costa, miradas sin brillo, se respira un hedor pútrido
Escurre la carne
pestilente de los dientes de sus tres rostros, solloza amargamente
Mientras despelleja al ave
que por desventura sus plumas llenó de hollín...
Bestia hundida en el
fulgor negruzco, descarnada por los antílopes eternamente
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